
El verdadero deber de un buen revolucionario es la Autocrítica y la constante lucha contra las Dictaduras y el Totalitarismo...
-ERNESTO CONDE P.-
La filosofía puede ser un arma de liberación de la conciencia humana. El primer paso a una acción revolucionaria y a una teoría radical. -ERNESTO CONDE PAREDES-

Es difícil sin duda repensar y replantear al marxismo como una filosofía de la liberación cuando el capitalismo aparentemente ha vencido sobre el socialismo real, cuyo máximo representante fue la ya desaparecida URSS, la cual por una serie de errores burocráticos, tiranías personales y por la formación de un Estado Terrorista llegaron a rebajar al ideal socialista a una serie de dogmas tontos y utópicos, tal que en el peor de los casos se llegó a identificar al marxismo como una filosofía intrínsecamente perversa.
La labor de la presente investigación es repensar, replantear y revitalizar filosóficamente al marxismo, justificando en él una filosofía de la liberación plena y madura dejando a un lado, por ahora, la discusión sobre la aplicación, correcta o incorrecta, de un, supuesto, modelo marxista en el socialismo real.
El marxismo es una filosofía de lo real por la razón de que es una actividad filosófica que reflexiona sobre el mundo enfrentándose directamente a él, es decir, es una filosofía que reflexiona “en el mundo”.
Es cierto que otras filosofías previas, ya sean de cortes idealistas o materialistas reflexionaban sobre el mundo. Un ejemplo puede ser el idealismo alemán del siglo XIX donde el mundo era concebido como una creación humana plena, pero esta creación del mundo descansaba sobre un plano conceptual o reflexivo, pues la creación del mundo humano o praxis era “la adecuación del pensamiento o el concepto a la realidad”.
El ejemplo por parte del materialismo puede darlo la “juventud hegeliana” o los “hegelianos de izquierda” que pensaron al mundo como un mundo material donde toda crítica conlleva a todo cambio en las cuestiones político social, pero esta crítica se quedaba estancada en un plano reflexivo abstracto, ya que carecía de una propuesta concreta que uniera la crítica con el mundo real en sus aspectos político-sociales.
La filosofía marxista es, como ya muchos sabemos, una filosofía materialista. Pero ¿en qué grado podemos hablar de un materialismo original o distinto a los demás en Marx?
Las filosofías materialistas previas al marxismo representaron un avance tremendo a razón de las tradiciones anteriores a ellas. Tomando como ejemplo al materialismo inmediato previo a Marx encontramos un gran avance con respecto a sus antecesores, pues vemos en éste al hombre como sujeto directo de la reflexión (y no solo a la conciencia del mismo como en el idealismo alemán del siglo XIX). El hombre es un ser material y al mismo tiempo un ente creador del mundo y de los conceptos del mismo, incluso del concepto “Dios” , pero el hombre no es conciente en realidad de su capacidad y potestad creadora, por ello debe abrir su conciencia e invertir, conceptualmente, las relaciones sujeto-objeto, que la misma realidad tiene en sí, para poder llevar a cabo al máximo sus capacidades humanas; pero esta toma de conciencia aún sigue conservando una forma abstracta y especulativa que Marx rechazará en su filosofía.
Como lo hemos venido manejando, el marxismo es sin duda una filosofía materialista donde, a la par de las filosofías previas inmediatas a él, la conciencia juega un papel fundamental en la misma. El hombre, en el marxismo, no sólo crea al mundo de manera conceptual, sino que también lo crea, produce y transforma; el hombre en su trabajo, que es la objetivación material de su esencia, crea, produce y transforma al mundo, o mejor dicho, humaniza al mundo.
En el materialismo marxista el hombre tomará un peso capital en su reflexión, pero éste no será tomado en su individualidad abstracta (egoísta) sino más bien en su carácter como ser social (individuo social). Es decir, se analizará al hombre no sólo como clase, grupo o conglomerado social, sino, también, como un individuo que socializa y crea sociedad en sus relaciones humanas cotidianas, pero sobre todo en el trabajo productivo; este trabajo crea mundo o humaniza el mundo.
“Hasta ahora los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Dice la Tesis XI Sobre Feuerbach, pero ¿Qué quiere decir concretamente dicha Tesis?
Desde la Introducción a la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, el joven Marx se había planteado el problema de la transformación del mundo; el problema central de la transformación es ¿cómo unir la teoría con la acción? Es decir ¿Cómo unir la teoría radical con la acción revolucionaria?
La forma en que Marx se plantea el problema de la unión entre teoría y acción, desde su juventud, es a través del actuar inmediato humano, pero ¿todo el mundo es portador de esta acción revolucionaria? O ¿es un sector, clase o grupo social el que lleva a cabo dicha transformación?
En realidad la acción humana transformadora no es privativa sólo de una clase social, grupo o sector social, en realidad todos podemos llevar a cabo cualquier tipo de acciones humanas que transformen la realidad, pero el portador de la acción revolucionaria, para Marx, es privativo a un solo portador, esta acción concreta revolucionaria es, para Marx, labor del proletariado, pero, ¿por qué ellos y no otros?
Para empezar el proletariado es una clase social determinada y existente dentro de la estructura del sistema capitalista de producción. Esta clase social sería y es la más beneficiada con la acción revolucionaria transformadora. ¿Por qué sería la clase social más beneficiada al ser portadora de la acción revolucionaria? En una primera meditación, en la Introducción a la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Marx consideró que el proletariado debía ser el encargado de llevar a cabo la revolución, porque en él se encontraba el sufrimiento humano representado en su condición de vida, y así ellos llevarían a cabo la revolución que liberaría a él como clase social (en lo particular), pero también en sus manos estaba, y está, la liberación de la humanidad (en lo general).
Para 1844 en sus Manuscritos económicos filosóficos Marx consideró que la razón por la cual en el proletariado recaía todo el potencial revolucionario era que ellos eran victimas de un despojo, robo o enajenación; en pocas palabras, esta enajenación es el robo de su producto de trabajo y de su trabajo mismo como consecuencia de ello.
Como ya se ha dicho, el hombre objetiva su ser a través de los productos de su trabajo y a través del trabajo mismo, pero en el régimen capitalista el producto de su trabajo se convierte en mercancía y entonces ese producto que es la objetivación de su ser ya no es más creador de un mundo humanizado, sino que más bien se vuelve en un aparato que genera ganancias, al volverse mercancía no objetiva un ser humano, su creador, en su mundo. Pero este robo o enajenación no es privativo del sistema de producción capitalista.
En La sagrada familia y posteriormente en La ideología alemana Marx descubre que la enajenación no sólo se da un campo objetivo (por llamarlo de algún modo) en el proceso de producción, pues esta enajenación también tiene un aspecto subjetivo que se da en la conciencia del hombre. Esta enajenación de la conciencia se presenta como ideología.
¿A qué nos referimos con ideología? La Ideología es un conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad, época, movimiento religioso o político, además de ser, en términos netamente marxistas, un conjunto de representaciones coherentes en las que una clase social se reconoce y de las que se sirve en su lucha contra otra clase para imponer su dominio.
¿Cómo impone su domino una clase sobre otra? En el materialismo histórico de Marx se entiende que la actividad productiva del hombre determina directamente su vida política, su ley, su moralidad, su religión, su arte y su filosofía. Esto da a luz a la idea marxista que enuncia que la superestructura cultural depende de, y en general está determinada por, la infraestructura económica.
En las condiciones actuales, en el sistema capitalista de producción la clase dominante, la clase capitalista o burguesa, es poseedora de la infraestructura económica y domina a ésta. Es por ello que la ideología que prevalece en la superestructura cultural es la ideología de la clase capitalista.
Por aclarar, Marx distingue dos elementos integrantes de la infraestructura económica: Las fuerzas materiales de producción y las relaciones productivas, dependiendo éstas de aquellas.
En estas fuerzas productivas está inmersa la clase del proletariado en cuanto seres, o mejor dicho ser humano, en cuanto es utilizado en el proceso de producción en condiciones semejantes a la de una máquina, el proletariado es una máquina de carne y hueso que genera ganancias. El hombre en ese momento, a la visión de la clase burguesa, es reducido a una cosa y se le niega su esencia y su carácter de ser humano.
Conforme a su desarrollo las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones de producción, es decir, los intereses del proletariado, Trabajo, entran en contradicción con los intereses de la clase capitalista, Capital.
El proletariado en sí mismo, en un primer momento, no pude ser consciente de su papel en la realidad social, es por ello que Marx propone como vía de concientización al proletariado a la filosofía; siempre y cuando ésta se comprometa con el cambio revolucionario del mundo. ¿A qué nos referimos con esto?
A la visión de Marx, la filosofía debe alejarse de todo idealismo y utopismo para tomar como eje de meditación la realidad, la realidad social concreta. A la visión de Marx, la disciplina que analiza la realidad social concreta de manera científica es la economía, pero ésta en la época de Marx era una ciencia en la cual, sopesar que se consideraba al humano en cuanto generador de riquezas por medio de su trabajo, por otro lado, se olvidaba de él al sacrificarlo teórica y prácticamente ante la generación de ganancias, olvidándose, por intereses de clase, del análisis de sus condiciones reales de vida como clase trabajadora. Al justificar la existencia de la propiedad privada industrial como único sistema económico de generación de ganancias, los economistas clásicos llegan a justificar con cinismo la inhumanidad del sistema capitalista de producción, los economistas clásicos consideran que las condiciones de vida del proletariado son en todo coherentes con la naturaleza de dicho sistema. Es por ello que para Marx la economía debe acudir a la filosofía para así historizar y explicar al sistema capitalista, a su vez de que se genere con ello la teoría que ayude a superar al sistema capitalista de producción y sus inhumanas consecuencias.
Por otro lado la filosofía debe alejarse de todo idealismo sí ésta pretende cambiar al mundo y ser medio para la liberación humana. Basta recordar que “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. ¿Cómo se logra esto? Generar una teoría de la transformación del mundo y de la liberación del hombre sólo se logra cuando la filosofía deja a un lado todo idealismo y enfrenta su meditación a la realidad histórica, política, social y económica concreta, volviéndose así una teoría radical que conlleve a la transformación del mundo, explicando y cuestionando los postulados aparentemente absolutos del actual sistema de producción.
Por este medio, la filosofía como teoría radical de la transformación del mundo se vuelve arma de conciencia e ideología del proletariado, el cual con su lucha tiene la misión histórica de liberar a toda la humanidad de las condiciones inhumanas de vida que el sistema capitalista de producción genera.
Haciendo una somera paráfrasis de la teoría marxista nos podríamos preguntar. ¿En qué consiste o consistiría la propuesta de una filosofía de la liberación en la teoría de nuestro autor?
La propuesta para una filosofía de la liberación en la teoría marxista podría enfocarse a dos aspectos a) La superación total de la enajenación del sistema capitalista de producción y, a su vez, toda enajenación existente y b) La propuesta de autonomía del ser del hombre por parte de toda la humanidad.
Recordemos que el concepto de enajenación en Marx es entendido como usurpación o robo, en este caso, ¿de qué tipo de usurpación estamos hablando?
El concepto de enajenación en la filosofía marxista tiene como referencia un fenómeno actual del sistema capitalista de producción. La explotación del hombre por el hombre. Pero ¿a qué nos referimos con esto? La explotación del hombre por el hombre puede ser identificada como el robo del trabajo humano y sus productos, es decir el robo del trabajo y sus productos de las mayorías a manos de las minorías.
Recordando la lucha dialéctica del Trabajo Vs. Capital es posible establecer que el proletariado nada más que su fuerza de trabajo, y es por ello que se ve obligado a venderla al mejor postor para poder así ganar los medios necesarios para asegurar su vida. Este mejor postor al que el proletariado le vende su fuerza de trabajo es el capitalista, que es dueño de los medios materiales de producción, quien comprará la fuerza del proletariado para poder generar el mayor número de mercancías que a su vez, a través de ello, generaran igual número de ganancia unitaria.
Es por ello que en el sistema capitalista existe una enajenación, pues partiendo de la concepción de que el trabajo productivo es la forma en que se objetiva materialmente la esencia humana podemos inferir que en el capitalismo esta esencia humana no es desarrollada plenamente, pues el trabajo ya no es entendido como el medio de expresión de la esencia humana y su potencial, sino que es entendido sólo como simple vía generadora de los medios suficientes que aseguren la vida, en el caso del proletariado; y como actividad lucrativa, en el caso del capitalista que a su vez es aislado de toda relación meramente humana por su egoísmo y su afán de lucro.
Es por ello que en el estamento comunista de la historia el hombre se verá obligado a llevar a cabo la total abolición de la propiedad privada y de sus relaciones sociales determinadas, como lo es (una de sus relaciones sociales determinadas) el sistema capitalista de producción; y así, generar nuevas relaciones sociales que conlleven a eliminar toda relación de enajenación en cualquier aspecto de la vida.
Al lograr la abolición de la propiedad privada, sus valores y sus relaciones sociales el ser humano podrá establecer nuevas relaciones sociales alejadas de toda enajenación.
Al volver a ser dueño de sus productos creados por el trabajo y al ser él mismo dueño de su propia labor productiva, el ser humano volverá a estar en contacto intimo con su esencia y, al suceder esto, el hombre será consciente del hecho de que él es el principal motor de la economía y de su propia historia, con ello actuará con toda conciencia en sus nuevas relaciones sociales. Dará un giro consciente en la humanización del mundo llevando a cabo sus relaciones sociales conforme al interés de su ser genérico (sociedad) y no bajo el fin de lucro.
Al llevar a cabo relaciones sociales más comprenderá que la esencia de su individualidad está en constante contacto con la esencia del otro y de la sociedad, claro es también que (y separándonos de la visión cuasi marxista soviética) el otro hombre y la sociedad deben estar en constante contacto con la esencia e interés del individuo; basta recordar que el objetivo socialista de Marx es que “el libre desenvolvimiento de cada uno sea la condición del libre desenvolvimiento de todos”.

Desde un inicio Georges Bataille es muy claro acerca de su método de investigación. Para él alejarse del punto de vista cientificista y calculador es una prioridad para así poder develar el tema del erotismo.
¿A qué se debe ese alejamiento del método y del punto de vista científico? A la visión de nuestro autor el erotismo es considerado una experiencia interior, es decir que es una experiencia intima del ser humano,
La experiencia interior que es el erotismo en su naturaleza como exceso está vinculada con la muerte que se deriva después de la lapidación de una abundante energía.
La naturaleza es un constante derroche de energía donde los seres vivos requieren de la destrucción de otros seres vivos para poder vivir. Ejemplo de ello es la alimentación del tigre, donde, él necesita cazar y destruir otros animales para poder vivir pero, él mismo al cazar derrocha cantidades considerables de energía para poder llevar a cabo su empresa, este derroche de energía al fin de cuentas no le garantiza su propia conservación pues, la consecuencia lógica de ésta dilapidación de energía es la muerte.
En el erotismo (que es una actividad humana diferente a la mera reproducción sexual) pasa lo mismo pues, conlleva una dilapidación exagerada de energía que no garantiza de manera alguna la acumulación o la conservación de la misma. El erotismo es pues una actividad humana que genera una derroche de un exceso de energía “La asociación de la violencia de la muerte con la violencia sexual tiene ese doble sentido. De un lado, la convulsión de la carne es tanto más precipitada cuanto más próxima está del desfallecimiento; y, de otro lado, el desfallecimiento, con la condición de que deje tiempo para ello, favorece la voluptuosidad.”[1]
La voluptuosidad del erotismo es la superación de un limite, que es un ir más allá de nuestras energías que nos puede llevar a la muerte.
Como hemos puntualizado el erotismo está vinculado con la muerte pero, ¿en qué momento el hombre se hizo conciente de la muerte?
Georges Bataille considera en sus obras “El erotismo” y “Las lágrimas de Eros” la adquisición de la conciencia en general, y de la muerte en particular, a la creación humana del trabajo en alba de los seres humanos. El trabajo nos alejo de lo animal y nos impuso el no retorno a esa condición, el trabajo nos volvió concientes y racionales.
Gracias al trabajo que nos doto de razón y nos diferencio de los animales llego a nosotros la conciencia de la muerte. Se fue haciendo conciente al hombre la violencia de la muerte y el exceso o dilapidación de energía que conlleva a la muerte. Así ante ese pavor y nausea que representaba el hecho de la muerte el hombre tuvo que volverse precavido y se vio en la necesidad de inventar ciertas medidas que garantizaran por un poco más tiempo la vida. El hombre tomo conciencia del hecho monstruoso que es la muerte e identifico, donde el cadáver que tenía enfrente tenia la marca de la nada en el mismo, el mismo sello que tenía en él la angustia que representaba de la muerte de un semejante próximo.
Pero, ¿con la invención del trabajo en alba de la humanidad sólo la muerte se nos hizo conciente? No, en la creación del trabajo no sólo la muerte se nos hizo conciente pues, el erotismo también se nos hizo conciente. Al ser el trabajo quien engendró la razón y la conciencia, además de ser nuestro punto de no retorno a la animalidad, el erotismo que nace de él aparece frente a nosotros como una actividad sexual distinta a la de los demás animales y que no se basa en el mero afán de reproducción. Esa actividad ante la conciencia mediata, no sólo de los primeros hombre, apareció como una actividad humana cercana a lo monstruoso a la razón de que es una dilapidación excesiva de energía que puede llevarnos a la muerte.
¿Qué otras consecuencias trajo para el hombre la invención del trabajo? Otra de las consecuencias de la invención del trabajo en la vida del hombre fue la invención de la prohibición.
La prohibición nace como la manera que condiciona nuestro no retorno a lo animal o a la naturaleza, es decir se prohibió regresar a ese estado de violencia que impera en la naturaleza y en la vida animal. Fue una manera por la cual el hombre pretendía alejarse de la violencia que existe en la muerte y en la plétora sexual.
La prohibición se baso desde los tiempos muy remotos, como hasta nuestros días, en el pavor de la muerte y de la violencia de la vida sexual, es necesario apuntar a su vez que ésta violencia no es necesariamente de carácter cruel y no es necesariamente erótica.
El hombre al ir adquiriendo al ir adquiriendo su conciencia su parte religiosa identificó lo prohibido con lo sagrado. “El trabajo está en el principio mismo de las prohibiciones con las que el hombre presentaba su rechazo a la naturaleza. Por su parte, el limite del mundo del trabajo, que las prohibiciones apoyaban y mantenían en la lucha del hombre contra la naturaleza, determinó el mundo sagrado como su contrario.”[2]
Pero, ¿esta prohibición es absoluta? Nos referimos a que si acaso ¿ésta prohibición nos cubre y nos ahoga dentro de su poder? En realidad está prohibición engendrada por el trabajo no tiene total dominio sobre el hombre pues, él mismo ha creado medios por los cuales puede escapar de ésta prohibición.
En efecto, la prohibición no tiene efectos absolutos sobre nosotros. Así como la prohibición es un producto humano, su complemento que es la transgresión también nació una actividad humana. Para Georges Bataille la transgresión nace a partir de la invención humana del juego.
¿Por qué afirmar “invención humana del juego”? Es cierto que los demás animales también juegan pero, en el caso del hombre, a diferencia de los animales, el hombre no usa el juego como medio por el cual logra afinar sus herramientas de caza y/o su instinto de supervivencia. El ejemplo de ello puede ser la manera en la que juega un gatito, donde él utiliza el juego como medio por el cual afina su instinto y sus herramientas que su cuerpo tienen para cazar y sobrevivir. Vale también puntualizar que cuando hablamos del juego humano, este juego no persigue ningún fin en absoluto, es totalmente lúdico y no sólo nos referimos a la actividad de los niños.
Es importante puntualizar que para nuestro autor la transgresión no es la negación de la prohibición sino más bien es su complemento, es decir, que una no elimina a la otra, más bien son dos partes importantes y fundamentales del mismo fenómeno.
La transgresión es un acto organizado pues, al ser una actividad creada por el hombre que al ser humanizado por el trabajo todo lo ha dotado de orden. Ejemplificamos esto con la muerte del rey, donde en una comunidad antigua tenían la tradición que a la muerte de su rey podían llevar a cabo todo tipo de actos transgresores violentos hasta que el cadáver del mismo era reducido naturalmente a la limpieza del esqueleto. Estas actividades transgresoras liberaban, y hoy día aún liberan, la violencia que las prohibiciones y el orden de lo sagrado intentan controlar.
Las prohibiciones son humanamente transgredidas por los ritos y las costumbres. La prohibición de orden sagrado de “dar muerte a un semejante” era transgredida en los pueblos cazadores arcaicos. Donde el cazador al dar muerte al animal que sentía como su semejante (no porque el cazador y sus congeneres se sintieran cercanos a los animales, sino más bien, porque le adjudicaban a los animales sentimientos humanos) era purificado de la transgresión violenta de dar muerte a ese su semejante por medio de un acto de expiación llevado por un chaman, así la profanación de lo sagrado era purificado a partir de un ritual religioso. Este fenómeno también se puede encontrar claramente en el acto religioso por excelencia, pues ninguna religión carece de él, nos referimos al acto religioso del sacrificio, este no debe entenderse totalmente como un acto sangriento; sino también como una ofrenda o un acto de amor.
En el sacrificio, entendido como ese acto sangriento, se basaba en el afán de encontrar y preservar la continuidad dando muerte a un ser discontinuo. En la plétora de los órganos y de la sangre encontraban la violencia de la vida que garantizaba la continuidad “En el plano definido por lo que vengo desarrollando, la continuidad divina está vinculada a la transgresión de la ley que funda el orden de los seres discontinuos. (...) Lo sagrado es justamente la continuidad del ser revelada a quienes prestan atención, en un rito solemne, a la muerte de un ser discontinuo.”[3].
Sopesar de que el cristianismo nació a partir de una transgresión, la muerte por sacrificio del Mesías, se opuso, y se sigue oponiendo, a la transgresión al tomarla como algo maldita. A la visón del cristianismo lo profano no participaba en el equilibrio de lo sagrado pues, era tomado como algo maldito.
Lo maldito y lo profano como consecuencia fue catalogado como lo sagrado impuro, es decir, fue identificado como el uso profano de lo sagrado; a su vez que el cristianismo se opuso a todo tipo de violencia elevando su contrario al nivel de lo sacro: el amor.
El cristianismo por su herencia de la dura moral judía se opuso al acto de dar muerte a los semejantes y convirtió al erotismo en un acto profano. La actividad erótica fue limitada por las leyes de la moral cristiana pues, los seres humanos sólo podían tener encuentros de carácter corpóreos para la procreación de carácter monogámica y exogámica.
El cristianismo al oponerse a la actividad profana de la vida sexual fuera del matrimonio y de los fines reproductivos, saco del mundo sagrado al erotismo que lo fue en los rituales eróticos sagrados de las antiguas orgías religiosas, ejemplo de ello en los cultos dionisiacos. Los actos eróticos fueron prohibidos para la ley moral cristiana por su entrega total a la violencia total del placer.
Las maneras de transgredir el orden sagrado de la moral cristiana fueron diversas; uno de ellos, aunque algunos historiadores dudan de su existencia, fueron los aquelarres los cuales participaban de la cosmovisión que el cristianismo tenía de lo profano al invertir el orden que el cristianismo tenía en relación con lo sagrado; en los aquelarres la violencia, el desenfreno y el placer erótico eran la manera de adorar al contrario aparente del Dios cristiano.
Claro es que los aquelarres no fueron las únicas formas de transgredir el orden cristiano. Aunque parezca contradictorio, el matrimonio fue una manera de transgredir la prohibición cristiana sobre el erotismo, pues era solo en la intimidad del matrimonio donde podías llevar a cabo sobre la base de la repetición del acto sexual una transgresión de la prohibición cristiana del erotismo. Pero, como ya lo puntualizamos, esta transgresión no pasaba de un acto en el ámbito personal e intimo, todo lo contrario al frenesí de las orgías efectuadas en los aquelarres; donde la transgresión y la inversión del orden sagrado supero todo nivel personal.
La prohibición de dar muerte a un semejante y del erotismo hoy día ya no tienen posee significativo alguno. En este mundo carente de Dios y de trascendencia estas prohibiciones sólo se justifican en un nivel referente al recato y la moral personal.
En la prohibición de dar muerte puede darnos risa al ver la crueldad que conlleva la guerra. Donde sobrepasamos el limite natural de la destrucción pues, en la guerra se busca la aniquilación; Por otro lado también es importante observar que, como ya lo habíamos venido puntualizando, la guerra al ser un acto humano está de dotado de un orden y un de un carácter racional. Solo observemos ello en cualquier campo de batalla o en un ejemplo más fuerte, los campos de concentración de los nazis, donde toda la maquinaria de aniquilamiento tenía un orden y una razón para que funcionara éste trabajase mejor. Este aniquilamiento también se puede ver, sólo que un nivel más pequeño en el duelo y la vendetta, donde dos individuos o dos familias, respectivamente, que al igual que en la guerra buscan el total aniquilamiento del otro.
Respecto a la transgresión en el erotismo el ser humano ha organizado actividades transgresoras diversas. Un ejemplo de ello puede ser la prostitución que perdió el carácter sagrado del cual le dotaba el deseo representado por la mujer, pues al principio de ésta actividad las mujeres de las clases más desfavorecidas tenían que ejercer éste oficio, donde ellas se ofrecían a los hombre y posteriormente emprendían la huída del mismo ofrecimiento para fortalecer ese deseo. Pero, hoy día las prostitutas se jactan de no tener pudor ni recato, dejando a un lado el deseo.
¿Qué es exactamente el deseo? Bataille identifica el objeto del deseo como la belleza pero, este objeto de deseo que es la belleza al contrario de lo que se piensa en la conciencia inmediata no se encuentra fuera de nosotros, el deseo como el erotismo participa de nuestra experiencia interior, entonces, ¿al participar el deseo y el erotismo de la experiencia interior podríamos decir que son uno y lo mismo o que participan el uno del otro en algún momento? El deseo y el erotismo son distintos sin duda alguna pero, el erotismo debe pasar por el deseo para poder ser él en cierto momento, pues la satisfacción del deseo se da por medio de esa violencia y superación del limite que es el erotismo.
Como se ha apuntado, el deseo se identifica con la belleza, y en el ser humano el ideal de belleza es lo que más se aleja de la animalidad, aunque esa belleza en realidad siempre lleva consigo la mancha de lo animal. “Si la belleza, cuyo logro es un rechazo de la animalidad, es apasionadamente deseada, es que en ella la posesión introduce la mancha de lo animal. (...) La belleza humana en la unión de los cuerpos, introduce la oposición entre la humanidad más pura y la animalidad repelente de los órganos.”[4].

Desde el territorio de la literatura fantástica siempre se busca la complicidad del Ustedes y el Nosotros, es decir la complicidad del escritor y el lector, dependiendo del punto de vista en el que nos situemos; este punto de vista pondrá las reglas para el juego donde por lo regular el escritor llevará la batuta, pero en nuestro haber recordamos nombres como el de Julio Cortázar, quien por lo momentos lleva la guía del juego hasta que el lector realista se encuentra con un final insípido o en otros casos inexistente. Es ahí donde el lector fantástico inicia el juego: Para terminar, para crear o para transformar una historia. He ahí el primer rasgo de la literatura fantástica: Juega el lector, Juega el creador y Juega el narrador, desde la metamorfosis de un hombre en un “Axolotl” pasando por unas nubes y terminando por “Las babas del diablo”, estos son algunos rasgos del territorio a explorar de nuestros valientes jugadores (narrador, lector y creador) de la literatura fantástica.
De la fantasía todos por algún momento participamos, pero cuando la literatura participa de ella el territorio basto se transforma en inmenso o en algunos casos infinito, basta recordar los “Cronopios”, amos y señores de la literatura fantástica que pueden tener y crear infinitos relatos.
De hecho toda la vida es un relato, pero cuando ésta es plasmada con la fantasía y la literatura se torna diferente para el creador; y en el caso del lector, éste se transportará inmediatamente a un ahí artificial y ajeno que no le causará ninguna extrañeza, por el contrario, el árido y desconocido territorio se transformará poco a poco en un poblado y familiar territorio para el espíritu; el mismo se verá representado en la fantasía, encontrará en ella sus sueños y su propia vida e incluso podríamos decir que se conocerá a sí mismo. Pues la literatura fantástica nos pone frente a nosotros nuestros sueños, pasiones y deseos.
Desde la literatura fantástica el narrador toma una función de un aparente “genio maligno”, un genio maligno diferente al descrito por Descartes, pues este genio no engaña o envuelve en falsos juicios, sino más bien se adelanta a nosotros y nos conoce hasta las entrañas, es como un demonio en ocasiones y muchas otras es un ángel salvaguardian, nos conoce y no lo podemos engañar, vive pegado a nuestros actos vitales.
Es ahí cuando entonces el lector busca una defensa y a la fantasía le inyecta un poco de su propia vivencia, a la vez que hace suya la experiencia del creador de la literatura fantástica, a la vez que se deja llevar por las reglas del juego que han sido impuestas por el Creador: Hombres grises que nos roban el tiempo y se lo fuman en sus cigarrillos, dragones que habitan en una historia sin fin, hombres ciegos que huelen y conocen los temores humanos, un Estado Gran Hermano nos vigila, etc... Esos pueden ser los territorios del creador fantástico forjados desde su imaginación mezclado con sus sueños, pero a la vez llevan parte (estos territorios) de su propia realidad. Pero acaso, ¿será su propia realidad el ingrediente predilecto al crear literatura fantástica? No podemos dar una repuesta negativa sin meditar la pregunta, pues toda literatura refleja su propia realidad, pero el creador fantástico no se limita sólo a su realidad, como hemos querido indicar anteriormente: los sueños, los deseos y las pasiones se ven mezclados con la realidad misma para crear la literatura fantástica.
Los sueños no siempre son dulces, pues las pesadillas también existen en el reino de Hipnos. Podemos encontrarnos en la literatura fantástica con la felicidad de un Cronopio hasta con la crueldad de un aprendiz de perfumero quien con sus conocimientos intenta dominar a toda Francia.
En los deseos se encontrarán por lo regular los deseos carnales: Desde el aclamado “Final del Juego”y “Los venenos” donde encontraremos personajes infantiles que ya viven (sublimemente) la pasión sexual de los adultos buscando la fantasía y los juegos eróticos que se cree sólo para la gente mayor. También los adultos entrarán es este juego, ejemplo de ello se encontrará en “Cuello de gatito negro” o incluso podemos encontrar la mezcla de niños y adultos inmersos en pasiones amorosas, en narrativas tan pasionales como “Las babas del diablo”. Y ¿qué hay de los deseos de poder? Ese pesar tan humano que se ve reflejado en la figura de un anillo que podrá dominar toda la Tierra Media.
Es cierto que muchos deseos nos ayudan a crear pasiones, ejemplo de ello se limitará a explicar la pasión por la libertad. Hay un tipo de libertad social-política que se verá reflejada en narrativas fantásticas como “Apocalipsis de Solentiname”, donde un intelectual argentino se verá atormentado por la pobreza, hambre y miseria de la Nicaragua de los años 60’s. Por otro lado está la libertad personal y del espíritu donde se refleja en narrativas como “Los Autonautas de la Cosmopista” y “Vuelta al día en 80 mundos”.
El cambio será también huella de la literatura fantástica, el ejemplo está en “Continuidad de los parques” donde el lector y el narrador se confundirán así mismos como asesino y asesinado, en “Axolotl” donde en un haber en el más puro estilo de Kafka el narrador pasará de hombre a animal sin aviso previo, y por último basta hablar de “Rayuela” donde el espacio tiempo cambia a cada instante, donde se describen como el lado de acá y el lado de allá que son respectivamente Buenos Aires y Paris; e incluso la forma de leer cambia, pues podemos leer “Rayuela” conforme al orden lógico del primer hasta el último capitulo, o en el orden que Cortázar nos dá, por ello antes nosotros aparecerán dos historias distintas en una misma narrativa.
Sólo para terminar les invitaría a todos a salir a caminar por las calles de Paris, para buscar todos juntos a la maga de la literatura fantástica.


Sobre América Latina se ha dicho mucho y no sólo se ha dicho de ella en el campo de la filosofía; el ejemplo es la particular lucha que América Latina ha sostenido ante la adopción de los valores universales o los propios. Este “universal” tomado como la hegemonía que diversos pensamientos ajenos al nuestro, como el europeo y norteamericano, han ejercido sobre nuestra América. Pero. ¿Qué tan válido es tratar de escapar de esta ya citada hegemonía?
Es claro para todos que nuestro lugar de enunciación nace ante el mundo a partir de la colonización europea de nuestras tierras; y nace para algunos como un proceso civilizador interrumpido, dando lugar a un mestizaje cultural y racial (en alguno de los casos) donde casi de inmediato América Latina fue incluida en el proyecto de la modernidad, adoptando a su vez un lenguaje, un estado, una moralidad y una religión occidental en camino hacia la modernidad. Pero. ¿Qué tan modernos somos o que tan incluídos estamos hoy día en el proyecto de esa modernidad? Es una pregunta un tanto difícil de contestar pues, ante nuestros ojos en la realidad aparecemos como repetidores de la filosofía europea y aspirantes a la forma de vida económica norteamericana. En ambos casos, con serios rezagos en la materia, con lo cual, múltiples filósofos de nuestra América, y en algunos casos extranjeros, piensan sobre la no-inclusión de nuestra América en el proceso de modernidad.
Continuando nuestros cuestionamientos, planteemos. ¿Qué tan valido es considerar a América Latina como un proceso civilizador interrumpido? Desde el punto de vista meramente geográfico, nuestra América siempre ha sido ella desde antes de la llegada de Europa a nuestras tierras pero, para nuestros objetivos y desde un punto de vista meramente filosófico, nuestra América nace a partir de este citado proceso civilizador interrumpido, con esto no queremos decir que ese sea el aspecto único, ni mucho menos el más importante que distinga a nuestra América sobre las demás naciones pero, lo que sí queremos decir es que este es el punto de partida hacia la historia de una nación mestiza y de tradiciones diversas comprendida bajo el nombre de América Latina.
No se puede negar el importante papel que juega el mestizaje en la labor de pensar en nuestra América; este mestizaje que vino del proceso civilizador interrumpido pero, pedimos mucha atención en este punto pues, el mestizaje no será entendido solamente bajo el punto de vista racial sino, también cultural pues, en nuestra América hay países como México y Perú donde existe tanto el mestizaje cultural como racial; y otros como Brasil y Venezuela donde el mestizaje racial es casi nulo al contrario del cultural.
Para empezar aclararemos que el dominio de Europa sobre nuestras tierras en nuestros primeros años no sólo fue político y económico, sino también religioso. Dentro de esta dominación de corte religioso se usaban argumentos teológicos o filosóficos de Aristóteles y Santo Tomás para justificar (o intentar justificar) la aniquilación de aborígenes y el despojo de sus tierras. Un ejemplo de ello es España la cual, bajo la excusa de un regreso al siglo XIII (en la forma de su pensamiento barroco) justificaba una ambición y un exterminio de los llamados “bárbaros” de corte netamente modernos pero, esto no es aplicable a todos los casos de los teólogos y filósofos de la época, basta recordar el humanismo planteado por Fray Bartolomé de las Casas[1] que partiendo de las mismas fuentes llegó a conclusiones diferentes formando uno de los pilares del humanismo latinoamericano.
Dentro este aspecto cabe mencionar que en América Latina siempre hemos estado en la encrucijada de los valores universales y los propios; entre los maleficios y los beneficios de reproducir los valores y la filosofía de occidente y/o la modernidad. Y ¿Por qué no? La encrucijada entre una forma de vida propia y otra inspirada en la forma de vida de los Estados Unidos. Sin abandonar la idea de la teología, que en este caso es más fácil ejemplificar dicha encrucijada, manipulamos un poco nuestra máquina del tiempo y nos ubicaremos en los años 60’s del siglo pasado donde en América Latina la teología de la liberación donde se rescata la labor de la praxis (con un corte religioso) a favor de los demás rescatando a los pobres y los oprimidos en general olvidados tanto en la filosofía, la teología, la economía, la política, etc. Es por ello que una fracción de la Iglesia de marcada ideología conservadora endureció el dogma de sus postulados para defenderse del embate de la teología de la liberación.
La hegemonía de Europa y Estados Unidos no sólo se dió de manera político-religioso sino, también filosófico; basta recordar que a pocos años de haber alcanzado su independencia nuestras patrias empezaron a adoptar la forma del Estado norteamericano y la filosofía europea donde, muchos aspectos teóricos al ser aplicados a la realidad concreta latinoamericana fracasaron pues, no se contemplaba en ello a una gran nación con necesidades materiales especificas: Una nación mestiza, con etnias diversas y poliglotas e incluido a ello una nación cuyo proceso de consolidación y construcción de su capitalismo fue insuficiente.
En el presente punto nos dispondremos a defender, el quizá, controversial punto del presente ensayo, defenderemos la idea de la modernidad latinoamericana.
¿A qué nos referimos con ello? Frases como “América Latina llegó tarde al banquete de la modernidad”[2] a nuestra concepción esta idea está fuera de lugar. Es cierto que en América Latina no podemos hablar de una modernidad al estilo europeo o norteamericano pues, la modernidad que dichos territorios sostienen es, por llamarla así, una modernidad de explotador, su forma de modernidad a dichos territorios les ha permitido grandes logros pero, a la vez grandes fracasos que la modernidad conlleva, todo ello gracias a su desarrollo capitalista particular.
En el siglo XVI España y Portugal se veían amenazados por la reforma protestante luterana y el naciente Estado capitalista moderno, en su forma industrializada lo que obligó a dichos países a regresar al bastión del siglo XIII; Frente a Descartes, Locke o Spinoza se levantaban Aristóteles, Santo Tomás o San Anselmo, con ello estas naciones colonizadoras obligaron a América Latina a subordinarse a esta decisión. Ellos se sentían los últimos representantes del pensamiento barroco frente al apabullante proceso de modernización de toda Europa. En el plano económico España y Portugal fueron economías desprotegidas frente a las demás naciones europeas. Es cierto que de América Latina extraían la mayor parte de sus riquezas pero, la forma de su economía de estado colonial estaba muy rezagada frente a las demás naciones del continente europeo pues se basaron en una economía de comercio (capitalismo primitivo) y no de protección de su propio mercado e industrialización de la economía (capitalismo moderno) como sus demás hermanos europeos; inclusive se puede decir que España al vender oro y plata a Francia e Inglaterra (con los respectivos robos a manos de piratas de las mismas naciones) financió el progreso económico e industrial de Francia e Inglaterra.
La política económica de España y Portugal es obvio que se repetía en América Latina y con ello el regreso filosófico al siglo XIII pero, en algunos conventos y claustros de América Latina ciertos grupos de religiosos rebeldes empezaron a leer, interpretar y aplicar las ideas de algunos autores modernos. Ejemplo de ello se dio en los procesos de independencia de nuestras naciones , donde gran parte del pensamiento de la ilustración francesa fue aplicado por parte de los libertadores de América. En efecto, el pensamiento de los libertadores se basaba en el pensamiento de la ilustración pero, lo que complicó nuestro proceso de modernización fue la realidad social, económica y política. Por un lado una economía totalmente atrasada frente a las nacientes potencias capitalistas, por otro lado, una sociedad dispersa y múltiple en lo racial, lo económica y lo cultural y por ello, una sociedad con diversas necesidades, aunado a su vez, con la presión que diversos grupos conservadores ejercían dentro y fuera de América Latina sobre nuestros territorios.
Bajo esta presión las jóvenes naciones latinoamericanas buscaban fundar su Estado en otros modelos que habían tenido éxito, es por ello que fijaban su atención en tratar de imitar formas de Estado (y con ello de pensamiento) inspirada en los prototipos europeos o norteamericano.
Además, casi a la par de su nacimiento como países independientes diversas naciones latinoamericanas fueron amenazadas por el poder militar económico estadounidense que años después afirmaría la utilidad de la absorción frente la anexión de los territorios latinoamericanos a su poder imperial. Para Estados Unidos, América Latina fue, y sigue siendo, su colonia y su mejor fuente de capital, absorbiendo sus economías e invirtiendo en ellas capital estadounidense se beneficiaba, y sigue beneficiando, a expensas de las materias primas y la fuerza de trabajo de nuestros territorios.
Es por ello que, la modernidad latinoamericana desde entonces hasta ahora es una modernidad de explotado, donde las naciones capitalistas desarrolladas y en especial, Estados Unidos ejercían y ejercen el papel de la modernidad como explotadores. Es así como definimos la modernidad de América Latina usando la metáfora de Enrique Dussel, “América Latina si llegó al banquete de la modernidad pero, llegó por la puerta de atrás para servir la mesa del banquete de la modernidad”.
Es por ello que muchos filósofos latinoamericanos y extranjeros consideran que América Latina quedó fuera del proyecto moderno; olvidándose que el pensamiento moderno nace como una parte de la superestructura ideológica del capitalismo, donde, dicho sistema necesita la enajenación o robo de la riqueza y la esencia de dicho sector social, a micro escala, o naciones, a macro escala, para generar riquezas y ganancias.
A nuestro parecer la necesidad de considerar en su aspecto teórico-práctico a América Latina una sola nación cobrará un carácter primordial como inicio a una solución del problema de la modernidad de explotado, que pareciera ser el sino de nuestra América.
No nos referimos a unir a América Latina en un solo país en sentido estricto como lo catalogaría la geografía política, sino más bien, como un conjunto de estados organizados, construyendo un solo mercado común, que signifique abrir fronteras al comercio y/o la migración, operar una sola moneda, una sola legislación, etc, donde cada país conservará su soberanía y su gobierno autónomo. Este proyecto económico a su vez, debe tomar en cuenta las diversas necesidades de cada ciudadanía y grupos étnicos de cada región, respetando usos y costumbres de cada uno, para así poder ir más allá del universalismo absolutista del pensamiento moderno.
Es cierto que el pensamiento de liberación latinoamericano ha estado marcado bajo el signo de la utopía, es por ello que, a la luz de las leyes de la economía política, la realidad económica y la organización social real y efectiva se deben plantear las bases de la teoría y la práctica para la liberación de América Latina. Dentro del aspecto filosófico debemos buscar una fuente de nuestros propios pensamientos. En este punto buscaremos unirnos al pensamiento del filósofo argentino, Francisco Romero, quien nos demuestra, que de hecho, el pensamiento latinoamericano ha sido influenciado y tiene como base a la filosofía europea pero, esto no quiere decir que debamos ser repetidores de aquel pensamiento, sino más bien que, sólo se deberán tomar de ese pensamiento los aspectos que sirven para interpretar y entender nuestra América. Obvio es que también se creara filosofía original enmarcada en el aspecto concreto latinoamericano; esto cabe mencionarlo en el aspecto teórico. En el aspecto práctico nos uniremos al pensamiento del filósofo peruano, Mariátegui, donde se buscará que esos aspectos de la filosofía formen la base junto con los aspectos de la filosofía original sean aplicados a la realidad injusta para transformarla radicalmente y salir de la presente estructura de modernidad servil para dar, en el caso de América Latina, una filosofía post imperialista cuya base sea la solidaridad plena y real de los sujetos concretos que conformamos la sociedad latinoamericana.